Todos tenemos nuestros 9/11

Javier Hernández Franco

Dic 15, 2023

Antes de iniciar con el presente ensayo quiero declarar todo mi apoyo al pueblo de Estados Unidos por los ataques sucedidos el 11 de septiembre del 2001, aunque han pasado muchos años tengo la certeza que lo vivido aún está en su memoria. Aclaro que en ningún momento tiene comparación lo sucedido en Estados Unidos en el año 2001 con los hechos que deseo compartir y el aprendizaje que he tenido por lo que viví en el año 2023. Considero que la única similitud que existe entre ambos eventos es el hecho que en Estados Unidos se recuerda 9/11 -11 de septiembre- y el 9 de noviembre del 2023, fecha que cambió mi forma de vivir y que fue un hecho sin precedente. Es imposible equiparar las experiencias personales con las de un pueblo tan grande como el estadounidense, aclaro esto y pido formales disculpas si ofendo a alguien con la comparación.

A continuación, proporciono información sobre los atentados del 11 de septiembre de 2001 en las Torres Gemelas y el Pentágono:

El 11 de septiembre de 2001, un grupo de terroristas de la organización Al-Qaeda secuestró cuatro aviones comerciales en Estados Unidos. Dos de los aviones fueron dirigidos hacia las Torres Gemelas en la ciudad de Nueva York, mientras que otro avión fue dirigido hacia el Pentágono en Arlington, Virginia.

El primer avión, el vuelo 11 de American Airlines, impactó la Torre Norte del World Trade Center a las 8:46 a.m. hora local. Diecisiete minutos más tarde, el vuelo 175 de United Airlines chocó contra la Torre Sur a las 9:03 a.m. Como resultado de los impactos y los incendios posteriores, ambas torres colapsaron a lo largo de la mañana y la tarde.

En cuanto al ataque al Pentágono, el vuelo 77 de American Airlines fue utilizado por los terroristas y chocó contra el ala oeste del edificio a las 9:37 a.m. Las secuelas del impacto causaron el colapso parcial del edificio.

En cuanto a las cifras de víctimas, los ataques del 11 de septiembre de 2001 resultaron en la muerte de aproximadamente 2,977 personas. De estas, 2,753 perdieron la vida en los ataques a las Torres Gemelas, 184 fallecieron en el ataque al Pentágono y 40 en el vuelo 93 de United Airlines, que se estrelló en un campo en Pensilvania después de que los pasajeros intentaran retomar el control del avión.

En términos de pérdidas económicas, los daños causados por los ataques fueron extensos y no cuento con datos o cifras específicas, por no tratarse de ensayo económico. Sin embargo, le puedo comentar que la devastación de las Torres Gemelas y el daño al Pentágono generó un impacto económico considerable en el sector financiero y en la economía nacional en general. Las estimaciones de los costos totales de los ataques varían, con cifras que rondan los 100 mil millones de dólares en términos de daños físicos y pérdidas económicas.

Los eventos del 11 de septiembre de 2001, comúnmente conocidos como los atentados del 9/11, dejaron una marca indeleble en la memoria de la humanidad. Estos trágicos sucesos no solo tuvieron un impacto inmediato y catastrófico en las vidas de miles de personas, sino que también desencadenaron una serie de lecciones y reflexiones que trascienden el ámbito personal y tienen un significado global.

En el corazón de la respuesta a los atentados se encontró un liderazgo decidido y valiente. El liderazgo se manifestó en todas las esferas de la sociedad, desde los dirigentes políticos hasta los trabajadores de emergencia y los ciudadanos comunes. En momentos de crisis, el liderazgo asume un papel crucial en la unificación de las personas, en la toma de decisiones difíciles y en la movilización de recursos para hacer frente a la adversidad. En este sentido, los líderes emergieron con fuerza, proporcionando consuelo y orientación en medio del caos y actuando como modelos a seguir en momentos de incertidumbre.

La resiliencia; que se refiere a la capacidad de las personas y las comunidades para adaptarse, resistir y recuperarse de las adversidades, también se convirtió en un aspecto destacado en la respuesta a los ataques del 9/11. Tras los trágicos sucesos, el pueblo americano demostró una notable capacidad para sobrellevar la tragedia y reconstruirse. A pesar del dolor y el sufrimiento, el espíritu de resiliencia permitió que la nación se uniera y enfrentara los desafíos con determinación y esperanza.

Un aspecto fundamental de la respuesta a los ataques fue la solidaridad. La cual se manifestó a través del apoyo mutuo, la colaboración y el reconocimiento de que juntos somos más fuertes. Los ciudadanos no solo se ayudaron entre sí, sino que también brindaron apoyo a las familias afectadas, a las fuerzas de seguridad y a los servicios de emergencia. Esta solidaridad no se limitó a las fronteras, sino que resonó en todo el mundo, con mensajes y muestras de apoyo provenientes de diferentes naciones.

Quizás, uno de los aspectos más notables fue la transformación que surgió como resultado de los ataques del 9/11. Estos eventos trágicos obligaron tanto a nivel personal como a nivel mundial a repensar las prioridades, a replantear las formas de convivencia y a buscar soluciones eficaces para evitar tragedias similares en el futuro. Desde una perspectiva personal, muchas personas experimentaron una transformación profunda en cuanto a sus valores, su perspectiva de vida y su sentido de propósito. A nivel global, se implementaron diversas medidas para fortalecer la seguridad y la cooperación internacional para prevenir el terrorismo.

Los ataques del 9/11 dejaron un impacto duradero que trasciende el ámbito personal y tiene un significado global. La experiencia demostró el valor del liderazgo en momentos de crisis, la resiliencia del pueblo americano para superar adversidades, la solidaridad como catalizador para la reconstrucción y la transformación como resultado de la reflexión y la búsqueda de una sociedad más segura y equitativa. Recordar los eventos del 9/11 nos enseña valiosas lecciones que nos invitan a ser líderes compasivos y valientes, a cultivar nuestra resiliencia, a promover la solidaridad y a trabajar por un mundo mejor.

Durante los últimos años, he tenido el privilegio de servir como Diputado al Congreso de la República de Guatemala en dos periodos, desde 2015 hasta 2020 y desde 2020 hasta 2024. A lo largo de mi mandato, he enfrentado retos y desafíos en mi trabajo que, en ocasiones, han generado controversia. Sin embargo, a pesar de ello, he logrado obtener beneficios para mi nación y su pueblo.

Quiero reconocer que durante ese tiempo pase por días muy difíciles en mi vida personal, y reconozco que cometí errores en la forma en que los enfrenté. Es cierto que me he equivocado en la manera de resolver estos problemas y sobre todo fui incapaz de comunicar los hechos y las razones por las que tomaba las decisiones. Desde un inicio en mi carrera como diputado tuve una mala relación con la prensa, a mi considerar, estaba sesgada y no querían conocer la verdad de lo que estaba sucediendo, querían publicar una realidad que pudiera vender más ejemplares de sus noticieros. Pero regresemos al tema central.

El tema por el cual escribo el presente ensayo es específicamente, el día 9 de noviembre de 2023, una fecha que considero significativa para mí, las circunstancias se salieron de mi control. Me encontraba en medio de la lucha por sobrellevar la profunda tristeza que sentía por la reciente pérdida de mi “Mamá Rosita” -como le solía decir a mi madre-, a la vez que debía enfrentar las responsabilidades de mi cargo como Diputado y acudir a trabajar.

En esta lamentable situación, admito que me presenté al Congreso de la República en un estado de embriaguez. Reconozco que esta conducta fue inaceptable y no justificable. Me arrepiento sinceramente por el error que cometí y entiendo que mi comportamiento no estuvo a la altura de las expectativas que la ciudadanía tiene sobre un representante público. Por esa razón, al día siguiente reconocí mi error públicamente y en todas las redes redes sociales que manejaba hice un comunicado a la Junta Directiva del Congreso de la República en el cual me ponía a disposición de lo que nuestra Ley Orgánica del Organismo Legislativo norma en caso de faltas a la conducta y las faltas de respeto a

hacia los Diputados miembros de la Junta Directiva, Diputados al Congreso de la República y personal administrativo que trabaja en las instalaciones del resinto parlamentario;  también extendí una sincera disculpa a las personas que son parte de la organización política Frente de Convergencia Nacional (FCN – Nación) y a todos los guatemlatecos que confiaron en mí con su voto.

Me comprometí y aprendí de esta experiencia, a buscar la ayuda y el apoyo necesarios para enfrentar adecuadamente mis problemas personales, a garantizar que mi actuación como Diputado sea siempre digna y ejemplar. Lamento profundamente el impacto que esto haya podido tener en mi credibilidad y en la confianza depositada en mi persona por parte de la sociedad.

Con mucha gratitud, primero a Dios por su infinita misericordia, después a mi esposa por su amor y paciencia, a mis hijas que son la razón de mi vivir y a mi familia y amigos por su apoyo y soporte durante este tiempo, les quiero comentar que llevo más de 1 año de sobriedad. En el cual he luchado y he reorganizado mi forma de vivir en la cual he aprendido la alegría de la vida.

Quiero reiterar mi compromiso de servir con transparencia, ética y responsabilidad, trabajando incansablemente en beneficio de mi Guatemala, que siempre sea Libre, Soberana e Independiente.

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